Agua Blanca está en el pueblito de Jungapeo, Michoacán y es un lugar con aguas termales milenarias para un buen momento de descanso y relajación, ya sea en familia o con amigos. Puedes hospedarte en el encantador y tranquilo hotel que lo integran 20 casitas o pasar únicamente el día en este paraíso natural, donde además de la piscina termal, hay un temazcal y un verde entorno con una cascada y un caudaloso río que resguarda esta privilegiada propiedad, en un espléndido cañón de Michoacán.
Agua Blanca está a dos horas y media de la CDMX y a dos horas de Valle de Bravo, de donde nosotros partimos a través de la autopista hacia Zitácuaro, primera ciudad a la que llegamos y donde hicimos una parada para conocerla, así visitamos el centro y sus alrededores.
Nos seguimos por la carretera federal que va hacia Tuxpan y como íbamos en combi, paramos para dormir y pasar la noche en una zona que nos pareció segura, al siguiente día continuamos el viaje y llegamos muy tempranito a Jungapeo, donde está Agua Blanca.
Estábamos emocionados por llegar a un nuevo lugar y el mismo entorno natural nos contagió de sus buenas vibras. Pronto nos enteramos que años atrás fue un balneario abierto al público en general y ahora es un hotel, pero puedes visitarlo por día pagando una cuota tanto niños como adultos, la cual por cierto, te incluye una comida.
Lo primero que hicimos fue recorrerlo todo, vimos que además de las habitaciones, el restaurante, el snack bar, el salón de juegos y biblioteca, hay un área para masajes y un temazcal, también un espacio algo austero con unos cuantos aparatos para hacer ejercicio y junto hay una mini granjita.
Seguimos caminando por el verde pasto tipo terraza que desemboca hacia unas escaleras que te llevan a unas escondidas grutas con las clásicas estalactitas (formaciones calcáreas que cuelgan del techo en cuevas naturales por la evaporación del agua) las cuales presentaban a sus murciélagos, algunas iguanas y muchas ardillas.
Bajamos a otra terraza y encontramos unas hamacas donde nos quedamos un rato a escuchar el silencio de este bello lugar con vista a las montañas que reinan ahí, en un clima fresco y algo húmedo. Desde esa altura, ya se aprecia el caudaloso río que colinda con el lugar.
Decidimos bajar al río y a medio camino nos encontramos con una cascada, que finalmente es parte del conjunto de vertientes o cuencas en el sitio. Cuando llegamos al río solo se escucha la fuerza y potencia con la que corre el agua entre las pequeñas y grandes rocas.
Nos sentamos un largo rato ante el fluir intenso y precipitado del río y se nos pasó el tiempo hasta que recordamos que aún no nadábamos en las aguas termales, así volvimos y tomamos un nuevo sendero que también nos llevó a otra parte del río y luego a un salón de yoga (donde también hacen todo tipo de eventos) y más adelante llegamos a una zona donde están haciendo una casita en el árbol a lo mejor como un tipo mirador, porque desde ahí se alcanza a ver el pueblo vecino y el árbol es sencillamente imponente.
Ya deseosos de meternos a la piscina, corrimos para echarnos el anhelado chapuzón por un buen rato en esas aguas calientitas que caen como bálsamo ante un clima fresco y un tanto nublado. Estuvimos nadando y disfrutando de Agua Blanca hasta que nos dio hambre y tuvimos que salir para ir a comer al restaurante del hotel que te ofrece una comida corrida con el acceso del día.
Después de la comida nos quedamos un momento en la biblioteca leyendo algunos libros infantiles y el tiempo ya no nos alcanzó para jugar un sinfín de juegos de mesa, que ahí están para disposición de huéspedes y visitantes.
Llegó la hora de partir y salir de este hermoso lugar bien escondido en la naturaleza michoacana, el cual también es sede de eventos corporativos y espacio para eventos sociales o empresariales, dadas sus peculiares características que a cualquiera conquista.
El inicio de Agua Blanca fue como una casa de descanso, luego operó por muchos años como balneario y más tarde se convirtió en un hotel con 20 habitaciones donde principalmente se ha enfocado al mercado corporativo o empresarial, con el fin de atender a grupos o eventos especiales. Se dice que Agua Blanca fue un centro curativo y el manantial denominado como Agua Blanca era exclusivo de la Casa Real en aquellos tiempos de los hechiceros, del copal, del peyote y de los extraños ritos del náhuatl y desde luego, se le atribuían curaciones milagrosas.
Tras un ir y venir, a través de distintas generaciones, finalmente Agua Blanca, es adquirido por los Behn, una familia mexicana de origen suizo, que tras haber laborado en diversas empresas estadounidenses, dio un giro a su vida, refugiándose en este apacible lugar para iniciar un proceso de restauración arquitectónica, reestructuración administrativa y una reinvención de Agua Blanca que comprende, desde expediciones naturales hasta talleres corporativos.
Y desde luego, se busca que no solo sea el hotel, sino también el personal que ahí labora, parte de la experiencia en este espacio que busca ser un proyecto integrado con la armonía del entorno natural, para la reconexión.
Agua Blanca abre todos los días y para el Day Pass pagando la cuota de $350 pesos adultos y $200 pesos niños, aplica únicamente para los días de domingo a jueves. Cualquier duda llama al teléfono: 715-157 00 56.
Fotos: Nadia Pulido ©
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