Cada día despertamos para ir a Caracoles, la escuela donde está Emiliano cursando el Jardín de Infancia, ubicado en el bosque de San Mateo Acatitlán, Valle de Bravo. Es un jardín con una granja y una hortaliza donde los niños colaboran diariamente en las distintas actividades por realizar, como cortar hierbas para alimentar a la vaca llamada Lira o moler maíz para darles de comer a las gallinas.
Otros días hacen pan o tortillas, ayudan a preparar la salsa y lavan y planchan las servilletas de tela después de la comida.
También pintan con acuarelas o dibujan y obviamente, gran parte del tiempo se dedica al juego libre, donde los niños juegan en un espacio que parece un mundo de fantasía pero natural, con elementos como ramas, arena, tierra, juguetes de madera, telas y en ocasiones, algunos niños van al taller de carpintería.
Entre otras actividades está el tejido (para el desarrollo de su motricidad fina), de acuerdo a su edad cada niño puede tejer algo sencillo o más complejo, pero cada diseño es único y son verdaderas obras valiosas para nosotros los papás, ya que muchas veces ellos saben hacer puntadas en tejido que muchas mamás no tenemos la más mínima idea.
Y de acuerdo al calendario o temporada, se elaboran diferentes tareas como el papel picado para el Día de Muertos o los faroles para la época de invierno.
Igualmente existen actividades para los papás como esta clase en la que nos reunimos para hacer un juguete Waldorf muy especial: la técnica del tie-dye en tela, en la que cada quien hizo su anudado y pasó por diferentes colores su trozo de tela para formar diseños únicos, ya sea para una capa de rey o una túnica de princesa.
Aparte de aprender algo, dedicamos tiempo para hacer con nuestras propias mano un artículo o detalle para nuestros hijos, que les aseguro, valoran muchísimo o por lo menos mi hijo, cada regalito por simple que sea, lo toma como un verdadero tesoro.
Otra de las acciones sobresalientes que nos gustan mucho es la de la venta de los martes de mercadito en la escuela, cuando aparte de cosechar por las mañanas lo que se venderá al terminar las clases, los niños también ayudan a vender junto con las maestras, todos los huevos que las gallinas pusieron durante la semana.
Esto con el fin de aprender a contar tanto cada huevo, como a familiarizarse con las monedas en la vida real y a relacionarse también con los adultos atendiendo sus pedidos.
Aquí hay que agregar y subrayar algo muy especial como la amistad que se va tejiendo entre los niños como compañeros de aula, pues ahora que sus “compadres” (como les llama Emiliano) se han ido a Primaria, cada vez que se los encuentra se ven con mucho gusto, ¡abrazándose fuerte! La verdad que con ellos se la pasaba jugando y ahora partieron de golpe todos juntos, y aquí en la foto, quizá él ya vislumbraba lo que se veía venir, por eso tan pensativo:
En fin, esta pedagogía Waldorf nos reconecta con aquello básico y esencial, la naturaleza, el ritmo de cada día y de la temporada, el arte y las manualidades, para ir conectándonos también con nosotros mismos y con nuestros hijos en todo momento, o por lo menos esa es la idea.
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